Usted, amigo mío, en un gesto de confianza excesiva, me pide
orientación y comenta el laberinto a que llegó después de muchas aspiraciones y
fracasos en el camino de la vida. Con gentileza, usted añade: - “Si el hermano
no puede hacerlo, otro compañero podrá tomar su lugar. Preciso recibir un
consejo del plano invisible”.
Entre tanto, el mismo recelo que me asalta el corazón, de
otros compañeros de aquí que, como yo, no se sienten a la altura de ofrecer
directrices en carácter absoluto. En verdad, habitamos el plano invisible a los
ojos de ustedes, que aún permanecen en la carne, más no nos encontramos en la
esfera de la sabiduría que todo ve.
Decía Oscar Wilde que, ofreciendo buenos consejos,
generalmente damos al otro aquello que nuestra vida más necesita. Es un vicio
viejo de la Humanidad. Muchas veces, en la Tierra, se oye también decir, que
los buenos cobradores, habitualmente, son malos pagadores. La máxima nos hace
recordar a las personas fértiles de advertencias correctas al prójimo y
necesitadas de orientación para sí mismas.
A la medida que crecemos en conocimiento superior, se
ilumina nuestro entendimiento para las situaciones más difíciles. Es ahí donde
descubrimos la realidad de las posiciones evolutivas y comenzamos a ver a las
criaturas en los diferentes grados de comprensión que consiguieron alcanzar.
¿Cómo podría, pues, atraparle en caminos particularizados
para la acción?
Digamos pues, el esposo preocupado por una joven enferma,
con la que se casó en segundas nupcias, y padre de cuatro hijos rebeldes que
quedaron sin madre, que pretende vender su casa en la ciudad y transferirse
para el campo, atendiendo a las necesidades de salud de la compañera. Y me
cuenta sus dificultades con la ingenua confianza del hermano menor, que relaciona
obstáculos e inhibiciones ante el hermano más viejo, angustiado por no disponer
de recurso para la solución necesaria. Afirma usted que se encuentra
desempleado, hace dos años, en virtud de la persecución de criaturas ingratas,
que le hicieron un proceso humillante por faltas que no cometió. Más allá de
eso, se haya agotado por diversas vicisitudes, rodeado de acreedores exigentes,
que le piden rescate inmediato de voluminosas cuentas, situación esa agravada
por una ulcera duodenal confirmada por varias radiografías. Viudo y aun joven,
con cuatro criaturas, de las cuales la mayor cuenta apenas con doce años de
edad, se vio forzado a un segundo matrimonio, porque sus parientes huyeron de
de los huérfanos de madre.
Considerando inoportuno el recurso de las casas de
caridad, y a la vista de sus nociones dignas de padre responsable, usted se
desposó con una joven que lo auxilio, durante tres años consecutivos, en una
sala de costura del propio hogar, dividiéndose, de muchas maneras, para atender
a sus intereses de hombre de bien y a las exigencias de sus hijitos,
conservando apenas el titulo de madrastra. En la faena de cumplir obligaciones
para la tranquilidad de la casa, la pobrecita enfermó gravemente, amenazada por
la tuberculosis que le ronda el organismo. Le aconsejó el médico el aire del
campo, más sus graciosos hijitos, convertidos en pequeñas fieras ingratas, se
oponen a la medida, atormentando su corazón de padre cariñoso y sensible.
¿Y usted pregunta – que hacer?
Me conmueve su sufrimiento, más no me espanta el cuadro de
pruebas redentoras en las que fue envuelto. Hay criaturas luchando con mayores
obstáculos y victimas de mayores tormentos. Y si respondo a su carta,
detallando el asunto, es que una sola particularidad de sus palabras me provocó
enorme estupefacción: su propósito de suicidio. Eso es, efectivamente, doloroso
y terrible. De todas las luchas bendecidas del momento, eso, amigo mío, es el
único punto negro de su historia. Desde los grandes profetas que procedieron a
Cristo, sabemos que el tiempo se modifica, de la mañana al crepúsculo, de la
noche a la alborada. Cada día tienen sus cunas y tumbas nuevas. Todo el paisaje
de sus preocupaciones puede cambiarse en un instante. Ese pensamiento debe
consolar su mundo interior, porque Dios no es Dios de inmovilidad e
indiferencia: la vida se mueve al influjo de su divino amor.
Usted, sin embargo, me pide orientación particularizada,
definida.
¿Qué conclusiones esperará, por ventura, de nosotros?
No estamos, aquí, frente a oráculos infalibles. Permanecemos
esforzándonos igualmente para eliminar las consecuencias deplorables que
nuestros actos generaron en el pasado y trabajando por la adquisición de
valores substanciales para la vida infinita. Y como no dispongo de otros
consejeros, a no ser la lógica y el buen sentido, creo que para su caso con la
Justicia no debe olvidar la colaboración de un abogado eficiente, sin dispensar
el concurso de un buen médico para su caso clínico. Y procure ayudar a su
devotada compañera, llevándola al campo después de oír a un técnico agrícola
sobre la compra de su propiedad rural. Para aliviar sus disgustos de padre,
adquiera una vara resistente que le facilite reajustar la educación doméstica
de los niños. También fui padre y tuve muchas ilusiones acerca de los derechos
de los niños. Es un funesto engaño creer que la gente menuda deba gobernar la
colmena casera; antes del derecho que recibirán con el tiempo, es preciso
enseñársela por los procesos a nuestro alcance, para cumplir las obligaciones
ineludibles, aunque semejante actitud suscite la reprobación indebida de
nuestros mejores amigos.
Si encuentra razonable mis consejos, haga eso y espere el
futuro, sin descansar las manos y sin olvidar que una fisonomía alegre y
optimista constituye uno de los ángulos básicos en el edificio del éxito.
Entretanto, si juzga mis conceptos des pretensiosos e ineficientes e
inadecuados, proceda como mejor lo crea, seguro de que usted y yo somos hijos
del mismo Dios y ambos poseemos un bien celeste que es la libertad. Úsela, de
acuerdo con su punto de vista, y aguarde los resultados.
Por el espíritu hermano X del Libro: Lázaro Redivivo,
médium: Francisco Cándido Xavier.
Traducido al Español por: M. C.
R
Fuente:
Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.
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