¿Qué son esos Espíritus?
¿Qué
papel desempeñan en el Universo?
¿Con qué propósito se comunican con los
mortales?
Tales son las primeras
preguntas que se trataban de responder. Pronto se supo, por ellos mismos, que
no son seres aparte en la Creación, sino las mismas almas de aquellos que
vivieron en la Tierra o en otros mundos; que esas almas, después de despojarse
de su envoltorio corporal, pueblan y recorren el espacio. Ya no fue permitido
dudar más de eso, cuando se reconoció, entre ellos, a sus parientes y a sus
amigos, con los cuales pudieron conversar; cuando éstos vinieron a dar la prueba
de su existencia, a demostrar que en ellos no ha muerto sino el cuerpo, que su
alma o Espíritu vive siempre, que están allí, cerca de nosotros, viéndonos y
observándonos como cuando estaban vivos, rodeando con su solicitud a aquellos
que amaron y de los cuales el recuerdo, para ellos, es una dulce satisfacción.
Por lo general se tiene de los
Espíritus una idea completamente falsa; ellos no son, como muchos se lo
figuran, seres abstractos, vagos e indefinidos, ni algo así como un fulgor o una chispa; son, por el contrario, seres muy
reales, teniendo su individualidad y una forma determinada. Podemos hacernos de
ellos una idea aproximada por la siguiente explicación:
Hay en el hombre tres cosas
esenciales:
1º El alma, o Espíritu, principio
inteligente en el cual residen el pensamiento, la voluntad y el sentido moral;
2º El cuerpo, envoltorio material
pesado y grosero, que coloca a los Espíritus en relación con el mundo exterior;
3° El periespíritu, envoltorio
fluídico, leve, sirviendo de lazo y de intermediario entre el Espíritu y el cuerpo.
Cuando el envoltorio exterior está usado y no puede funcionar, cae, y el
Espíritu se despoja de él, como el fruto de su cáscara, el árbol de su corteza:
en una palabra, como se desecha una vieja ropa fuera de su uso. Esto es lo que
se llama la muerte.
La muerte, por lo tanto, no es
otra cosa sino la destrucción del envoltorio grosero del Espíritu: sólo el cuerpo muere, el Espíritu
está, de alguna suerte, comprimido por los lazos de la materia a la cual está
unido, y que, frecuentemente, paraliza sus facultades; la muerte del cuerpo lo
desembaraza de sus lazos; se emancipa y recobra su libertad, como la mariposa
saliendo de su crisálida; pero no deja sino el cuerpo material; conserva el periespíritu,
que constituye, para él, una especie de cuerpo etéreo, vaporoso, imponderable para
nosotros y de forma humana, que parece ser la forma típica. En su estado
normal, el periespíritu es invisible, pero el Espíritu puede hacerle sufrir
ciertas modificaciones que lo vuelven momentáneamente accesible a la visión e
incluso al tacto, tal como ocurre con el vapor condensado; es así que puede,
algunas veces, mostrársenos en las apariciones. Es con la ayuda del
periespíritu que el Espíritu actúa sobre la materia inerte y produce los diversos fenómenos de ruidos, de
movimientos, de escritura, etcétera (los golpes y los movimientos son, para los
Espíritus, los medios de mostrar su presencia y de llamar sobre ellos la
atención, exactamente como una persona cuando toca para advertir que hay alguien). Hay los que no se limitan a ruidos moderados,
sino que llegan a provocar un estrépito semejante al de la vajilla que cae y se
rompe o de puertas que se abren y vuelven a cerrarse o de muebles derribados.
Con la ayuda de golpes y de
movimientos convenidos ellos pudieron expresar sus pensamientos, pero la
escritura les ofrece un medio completo, el más rápido y el más cómodo; también
es aquel que ellos prefieren. Por la misma razón que pueden llegar a formar caracteres, pueden guiar la mano para hacer
trazar diseños, escribir música, ejecutar un trecho en un instrumento... en una palabra,
a falta de su propio cuerpo, que no tienen más, se sirven del médium para
manifestarse a los hombres de manera sensible.
Los Espíritus pueden además
manifestarse de varias maneras, entre otras por la visión y por la audición.
Ciertas personas, llamadas médiums auditivos, tienen la facultad de oírlos y
pueden así conversar con ellos; otros los ven: son los médiums videntes. Los
Espíritus que se manifiestan a la visión, generalmente se presentan bajo una forma
análoga a la que tenían en vida, pero vaporosa; otras veces, esa forma tiene
todas las apariencias de un ser vivo, al punto de engañar completamente y que,
algunas veces, fueron tomados por personas de carne y hueso, con los cuales se
pudo conversar y cambiar apretones de mano, sin desconfiar que se estaba
tratando con Espíritus, a no ser por su desaparición súbita.
La visión permanente y general de
los Espíritus es muy rara, pero las apariciones individuales son bastante
frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte; el Espíritu liberto parece
apresurarse a ir a ver de nuevo a sus parientes y amigos, como para comunicarles
que acaba de dejar la Tierra y decirles que vive siempre.
Que cada uno reúna sus
recuerdos, y se verá cuántos hechos de ese género, de los cuales no se
daba cuenta, ocurrieron no sólo de noche, durante el sueño, sino en pleno día en
el estado de vigilia más completo. Antaño
se veían estos hechos como sobrenaturales y maravillosos y se los atribuía a la magia y a la hechicería;
hoy los incrédulos los achacan a la imaginación, pero desde que la ciencia
espiritista les dio la clave, se sabe cómo se producen y que no salen del orden
de los fenómenos naturales.
También se cree que los Espíritus, por el único hecho de ser
Espíritus, deben tener la soberana ciencia y la soberana sabiduría: esto fue un
error que la experiencia no tardó en demostrar. Entre las comunicaciones dadas
por los Espíritus, las hay que son sublimes en profundidad, elocuencia,
sabiduría, moral y que no respiran sino la bondad y la benevolencia; pero, al
lado de eso, las hay muy vulgares, livianas, triviales, incluso groseras y por
las cuales el Espíritu revela los instintos más perversos. Es, pues, evidente
que no pueden emanar ellas de la misma fuente y que si hay buenos Espíritus,
los hay también malos. Los Espíritus no
siendo otra cosa que el alma de los hombres, no pueden, naturalmente, volverse
perfectos dejando su cuerpo; hasta que hayan progresado, conservan las
imperfecciones de la vida corpórea; por eso se los ve en todos los grados de bondad
y de maldad, de saber y de ignorancia.
Los Espíritus se comunican
generalmente con placer, y para ellos es una satisfacción ver que no fueron
olvidados; describen voluntariamente sus impresiones al dejar la Tierra, su
nueva situación, la naturaleza de sus alegrías y de sus sufrimientos en el
mundo de los Espíritus donde se encuentran; unos son muy felices, otros
infelices, incluso algunos soportan horribles tormentos, según la manera como
vivieron y el empleo bueno o malo, útil o inútil que hicieron de la vida.
Observándoles en todas las fases de su nueva existencia, según la posición que
ocuparon en la Tierra, su género de muerte, su carácter y sus hábitos como
hombres, se llega a un conocimiento si no completo, por los menos bastante
preciso, del mundo invisible, para darse cuenta de nuestro estado futuro y
presentir la suerte feliz o infeliz que nos espera allí.
Las instrucciones dadas por los
Espíritus de orden elevado, sobre todos
los asuntos que interesan a la Humanidad, las respuestas que dieron a las
preguntas que les fueron propuestas, habiendo sido recogidas y
coordinadas con cuidado, constituyen toda una ciencia, toda una doctrina
moral y filosófica bajo el nombre de Espiritismo. Por tanto el Espiritismo es la doctrina fundada sobre
la existencia, las manifestaciones y las enseñanzas de los Espíritus.
Esta
doctrina se halla expuesta de manera completa, en El Libro de los Espíritus
para la parte filosófica, en El Libro
de los Médiums para la parte práctica y experimental,
y en El Evangelio según el Espiritismo para la parte moral. Por el análisis que
más adelante ofrecemos de tales obras se puede juzgar la variedad, la amplitud
e importancia de las materias que abarcan.
Como se ha visto, el Espiritismo
tuvo su punto de partida en el vulgar fenómeno de las mesas giratorias; pero
como esos hechos hablan más a los ojos que a la inteligencia, que despiertan
más curiosidad que sentimiento, una vez tal curiosidad satisfecha, se tiene
tanto menos interés cuanto no son comprendidos. No ocurrió lo mismo cuando la
teoría vino a explicarles la causa; sobre todo cuando se vio que de esas mesas
giratorias, con las cuales se entretuvieron por breve tiempo, salió toda una
doctrina moral hablando al alma, disipando las angustias de la duda,
satisfaciendo a todas las aspiraciones dejadas en el vacío por una enseñanza
incompleta sobre el futuro de la Humanidad, las personas serias acogieron la nueva
doctrina como un beneficio y, desde entonces,
lejos de declinar, crece con una rapidez increíble. En el lapso de unos
pocos años, obtuvo en todos los países del mundo, y en especial entre las
personas esclarecidas, incontables partidarios que día a día aumentan en número
en una proporción extraordinaria, de tal suerte que, hoy el Espiritismo se ha ganado
derecho de ciudadanía; se asienta sobre bases que desafían los esfuerzos de sus
adversarios, más o menos interesados en combatirlo, y la prueba de eso es que
los ataques y críticas no aminoraron su marcha un solo instante; este es un
hecho adquirido por la experiencia, y del cual los opositores jamás pudieron
dar la razón; los s dicen, muy simplemente, que si se propaga a pesar de la
crítica es que se lo halla bueno y que se prefiere su raciocinio al de los
contradictores.
Sin embargo, el Espiritismo no es
un descubrimiento moderno, los hechos y principios sobre los cuales reposa se
pierden en la noche de los tiempos, pues se encuentran vestigios de ellos en
las creencias de todos los pueblos, en todos las religiones, en la mayoría de
los escritos sagrados y profanos; sólo que los hechos, incompletamente
observados, muchas veces fueron interpretados según las ideas supersticiosas de
la ignorancia y no le fueron deducidas todas las consecuencias.
En efecto, el Espiritismo está
fundado sobre la existencia de los Espíritus, pero los Espíritus, no siendo
otros que las almas de los hombres, puesto que hay hombres hay Espíritus; el espiritismo
no los descubrió, ni los inventó. Si las almas o Espíritus pueden manifestarse
a los vivos es porque eso está en la Naturaleza y, por tanto, deben haberlo hecho
en todas las épocas; también, en todo tiempo y por todas partes, se encuentran
las pruebas de esas manifestaciones, que son muchas, sobre todo en los relatos
bíblicos.
Los que es moderno, es la
explicación lógica de los hechos, el conocimiento más completo de la naturaleza
de los Espíritus, de su papel y de su modo de acción, la revelación de nuestro
estado futuro, en fin su constitución como cuerpo de ciencia y de doctrina y
sus diversas aplicaciones. Los Antiguos conocían el principio, los Modernos conocen
los detalles. En la antigüedad, el estudio de esos fenómenos era privilegio de ciertas
castas que no los revelaban sino a los iniciados en sus misterios; en la edad
media los que se ocupaban de ellos ostensivamente eran tomados como hechiceros
y quemados; pero hoy no hay misterios para nadie, no se quema a nadie más, todo
pasa a la luz del día y todo el mundo está en condiciones de ilustrarse y de
practicar, porque los médiums se encuentran
por todas partes.
La doctrina misma que los
Espíritus enseñan hoy, nada tiene de nueva; se la encuentra de manera
fragmentaria en la mayoría de los filósofos de la India, de Egipto y de Grecia,
y toda entera en la enseñanza de Cristo. ¿Pues qué viene a hacer el
Espiritismo? Viene a confirmar por nuevos testimonios, a demostrar con hechos,
verdades desconocidas o mal comprendidas, restablecer, en su verdadero sentido,
aquellas que fueron mal interpretadas.
Bien es verdad que el Espiritismo
no enseña nada nuevo, pero ¿no basta con que pruebe de modo evidente,
irrecusable, la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, su individualidad
después de la muerte, su inmortalidad, las penas y las recompensas futuras? Cuántas
personas creen en esas cosas pero lo hacen con un vago trasfondo de incertidumbre
diciéndose para su fuero interno: "¿Y si no es cierto?" ¡Cuántos
fueron inducidos a la incredulidad porque se les presentó el futuro bajo un
aspecto que su razón no podía admitir! Acaso no significa nada, para el
creyente que vacila poder decir: "¡Ahora estoy seguro!" ¡Para el
ciego volver a contemplar la luz! Por los hechos y por su lógica, el Espiritismo
viene a disipar la ansiedad de la duda y conducir a la fe aquellos que se apartaron
de ella, al revelarnos la existencia del mundo invisible que nos rodea, y en
medio del cual vivimos sin darnos cuenta, nos hace conocer, por el ejemplo de
aquellos que vivieron, las condiciones de nuestra felicidad o de nuestra
desdicha futura; nos explica la causa de nuestros sufrimientos en este mundo y
el medio de suavizarlos. Su propagación
tendrá como efectos inevitables la destrucción de las doctrinas materialistas
que no pueden resistir a la evidencia. El hombre, convencido de la grandeza y
de la importancia de su existencia
futura, que es eterna, la compara a la incertidumbre de la vida terrestre, que
es tan corta, y se eleva por el pensamiento, por encima de las mezquinas
consideraciones humanas; conociendo la causa y el objetivo de sus miserias, las
soporta con paciencia y resignación porque sabe que ellas son un medio para
llegar a un estado mejor. El ejemplo de aquellos que vienen de ultratumba a
describir sus alegrías y sus dolores, probando la realidad de la vida futura,
al mismo tiempo, prueba que a justicia de Dios no deja ningún vicio sin
castigo, ni ninguna virtud sin recompensa. Agreguemos, por último, que nuestras comunicaciones
con los seres queridos que ya partieron, proporcionan un dulce consuelo al demostrarnos
no sólo que siguen existiendo, sino que estamos menos separados de ellos que si
estuviesen vivos y en un país extranjero.
En Resumen, el Espiritismo mitiga
la amargura de los pesares de la vida; calma las desesperaciones y las
agitaciones del alma, disipa las incertidumbres o los temores del futuro,
detiene el pensamiento de abreviar la vida por el suicidio; por eso mismo
vuelve dichosos a aquellos que se le afilian, y ahí está el gran secreto de su
rápida propagación.
Desde el punto de vista
religioso, tiene el Espiritismo por base
las verdades fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma, la
inmortalidad, las penas y las recompensas futuras; pero es independiente de
todo culto particular. Su objetivo es probar a aquellos que niegan o que dudan,
que el alma existe, que sobrevive al cuerpo; que soporta, después de la muerte,
las consecuencias del bien y del mal que haya cometido durante la vida
corpórea; y esto pertenece a todas las religiones.
Como creencia en los Espíritus,
es igualmente de todas las religiones, del mismo modo que es de todos los
pueblos, una vez que, por todas partes donde existan hombres, hay almas o
Espíritus, que las manifestaciones son de todos los tiempos y el relato de
ellas se encuentra sin excepción, en todas las religiones. Se puede, pues, ser
católico, griego o romano, protestante, judío o musulmán, y creer en las
manifestaciones de los Espíritus, y como consecuencia, ser; la prueba es que el
Espiritismo tiene adeptos en todas las sectas.
Como moral, el Espiritismo es en
su esencia cristiano porque la que enseña no es sino el desarrollo y la
aplicación de la moral de Cristo, la más pura de todas, y cuya superioridad nadie
discute, lo que constituye una prueba evidente de que está en la ley de Dios; y
la moral es para uso de todo el mundo.
Siendo el Espiritismo
independiente de toda forma de culto, no prescribe ninguno de ellos y no se
ocupa de dogmas particulares, no es una religión especial, porque no tiene ni
sus sacerdotes ni sus templos. A quienes le preguntan si hacen bien en seguir
tal o cual práctica, él responde: Si creéis que vuestra conciencia está
inclinada a ello hacedlo: Dios toma siempre en cuenta la intención. En una
palabra, no se impone a nadie; no se dirige a aquellos que tienen fe y a
quienes esta fe les basta, sino a la numerosa categoría de los inseguros y de
los incrédulos; no los arrebata a la Iglesia, puesto que están separados de
ella moralmente en todo o en parte.
Es verdad que el Espiritismo
combate ciertas creencias tales como la eternidad de las penas, el fuego
material de infierno, la personalidad
del diablo, etcétera; pero ¿no es cierto que esas creencias, impuestas como
absolutas en todos los tiempos hicieron incrédulos y los hacen todos los días?
Si el Espiritismo, dando a esos dogmas y a algunos otros, una interpretación
racional, conduce a la fe a los que habían desertado de ella, ¿no presta un servicio
a la religión? Por eso decía un venerable eclesiástico: "El Espiritismo
hace creer en algo; pues bien, vale más creer en algo que nada creer de
todo."
Siendo los Espíritus las mismas
almas, no se puede negar los Espíritus sin negar el alma. Admitiéndose las almas, o los Espíritus, la
cuestión, reducida a su más simple expresión, es esta: ¿Las almas de los que
han muerto pueden comunicarse con los vivos?
El Espiritismo prueba la
afirmativa por hechos materiales; ¿qué prueba se puede dar de que eso no sea
posible? Si lo es, ninguna negación impedirá que siga siéndolo, porque no se trata
ni de un sistema ni de una teoría, sino de una ley de la Naturaleza; Ahora
bien, contra las leyes de la Naturaleza la voluntad del hombre nada puede; es
necesario, por bien o por mal, aceptarle las consecuencias y adaptar a ellas
sus creencias y sus hábitos.
Tomado del Libro Espiritismo en su mas simple expresión Allan Kardec.
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