1. El objeto esencial del Espiritismo es el
mejoramiento de los hombres. No es necesario procurar sino lo que puede ayudar
al progreso moral e intelectual.
2. El verdadero no es aquel que cree en las
manifestaciones, sino aquel que aprovecha las enseñanzas dadas por los
Espíritus. Pues de nada sirve creer, si la creencia no le hace dar un paso al
frente en el camino del progreso y si no le torna mejor hacia su prójimo.
3. El egoísmo, el orgullo, la
vanidad, la ambición, la codicia, el odio, la envidia, los celos, la
maledicencia, son para el alma hierbas venenosas de las cuales es necesario
arrancar cada día algún pie y tienen como antídoto: la caridad y la humildad.
4. La creencia en el Espiritismo no es
aprovechable sino en aquél de quien se puede afirmar: Soy mejor hoy que ayer.
5. La importancia que el hombre
da a los bienes temporales está en razón inversa de su fe en la vida
espiritual: es la duda sobre el futuro lo que le lleva a procurar sus alegrías
en este mundo, satisfaciendo sus pasiones, inclusive a expensas del prójimo.
6. Las aflicciones en la Tierra
son los remedios del alma, pues ellas la salvan para el futuro como una
operación quirúrgica dolorosa salva la vida de un enfermo y le devuelve la
salud. Por eso dijo Cristo: “Bienaventurados los afligidos porque serán
consolados”.
7. En vuestras aflicciones mirad
a los que están por debajo y no por encima; pensad en aquellos cuyo sufrimiento
es todavía mayor que el vuestro.
8. Es natural la desesperación
en aquél que cree que todo acaba con la vida del cuerpo, pero carece de sentido
en aquél otro que tiene fe en el porvenir.
9. El hombre, frecuentemente, es
el artífice de su propia infelicidad en este mundo; que se remonte a la fuente
de sus infortunios y verá que son, para la mayoría, el resultado de su
imprevisión, orgullo y avidez y, por consiguiente, de su infracción a la ley de
Dios.
10. La plegaria es un acto de
adoración. Orar a Dios es pensar en él, acercársele, ponerse en comunicación
con él.
11. Aquel que ora con fervor
y confianza es más fuerte contra las
tentaciones del mal, y Dios le envía los buenos Espíritus para ayudarlo. Es un
socorro que jamás es negado cuando ha sido pedido con sinceridad.
12. Lo esencial no es orar mucho,
sino orar bien. Ciertas personas creen que todo el mérito está en el tamaño de
la oración, en tanto cierran los ojos ante sus propios defectos.
La plegaria es para ellas una
ocupación, un empleo del tiempo pero no un estudio de sí mismas.
13. Aquel que pide a Dios el
perdón de sus faltas no lo obtiene sino cambiando de conducta. Las buenas
acciones son la mejor de las plegarias, porque los actos valen más que las
palabras.
14. La oración es recomendada por
todos los buenos Espíritus, y también es pedida por todos los Espíritus
imperfectos como un medio de aliviar sus sufrimientos.
15. La oración no puede cambiar los decretos de
la Providencia; pero, viendo los Espíritus sufrientes que nos interesamos por
ellos, se sienten menos desamparados, no son tan infelices; aumenta su coraje,
les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la reparación y puede
apartarlos de la idea del mal. En este sentido, puede, no sólo aliviar, sino
abreviar sus sufrimientos.
16. Rece cada cual según sus convicciones y de la
manera que crea más conveniente, porque la forma no significa nada y el pensamiento lo es
todo; la sinceridad y pureza de intención son esenciales; un buen pensamiento
vale más que numerosas palabras, que se asemejan al ruido de un molino y de las
cuales está ausente por completo el corazón.
17. Dios ha hecho hombres fuertes y poderosos
para que sean el sostén de los débiles; el fuerte que oprime al débil es
maldito para Dios, a menudo, recibe por ello su castigo en esta misma vida,
aparte de lo que le sucederá en el porvenir.
18. La fortuna es un depósito
cuyo poseedor es sólo usufructuario, puesto que no se la lleva consigo a la
tumba; y deberá rendir severa cuenta del uso que haya hecho de ella.
19. La fortuna es una prueba más
difícil que la miseria porque es una tentación para el abuso y los excesos, y
es más difícil ser moderado que ser resignado.
20. El ambicioso que triunfa y el rico que se
harta de gozos materiales son más dignos de lástima que de envidia, porque es
necesario ver el retorno. El Espiritismo, por los terribles ejemplos que dan
aquellos que han vivido y que vuelven para revelarnos su suerte, muestra la
verdad de esta sentencia de Cristo: "Cualquiera que se enaltece, será
rebajado; y el que rebaja, será enaltecido."
21. La caridad es la ley suprema de Cristo:
"Amaos los unos a los otros como hermanos: amad a vuestro prójimo como a
vosotros mismos; perdonad a vuestros enemigos; no hagáis a los demás lo que no
quisierais que os hiciesen"; todo eso se resume en la palabra caridad.
22. La caridad no consiste tan solo en la
limosna, porque hay caridad en pensamientos, palabras y acciones. La caridad en
pensamientos es aquella que es indulgente con las faltas del prójimo; la caridad
de palabras, es la que no dice nada que pueda perjudicar al prójimo; la caridad
en acciones, es la que asiste al prójimo en la medida de sus fuerzas.
23. El pobre que comparte su
mendrugo de pan, con uno más pobre que él, es más caritativo y tiene más mérito
a los ojos de Dios, que aquel que da parte de lo que le sobra, sin privarse de
nada.
24. Quien nutre contra su prójimo
sentimientos de animosidad, de odio, de celos y de rencor, no es caritativo;
miente si se dice cristiano y ofende a Dios.
25. Hombres de todas las castas,
de todas las sectas y de todos los colores, todos sois hermanos porque Dios os
llama a todos hacia él. Extendeos, pues la mano, cualquiera que sea vuestra
manera de adorarlo y no os arrojéis anatemas, porque el anatema es la violación
de la ley de caridad proclamada por Cristo.
26. Con el egoísmo, los hombres
están en lucha perpetua; con la caridad, estarán en paz. Haciendo de ella la
base de sus instituciones, sólo la caridad puede, pues, asegurar su felicidad
en este mundo; según las palabras de Cristo, sólo ella puede, también, asegurar
su felicidad futura, porque encierra, implícitamente, todas las virtudes que
pueden conducirles a la perfección. Con la verdadera caridad, tal como Cristo
la enseñó y practicó, no habrá más egoísmo, orgullo, odio, celos,
maledicencias; no habrá más apego desmesurado a los bienes de este mundo. Por
eso el Espiritismo cristiano tiene por
máxima: FUERA DE LA CARIDAD NO HAY SALVACIÓN
¡Incrédulos! Podéis reíros de los
Espíritus y burlaros de los que creen en sus manifestaciones; pero reíd, pues,
si os atrevéis, de esas máximas que él acaba de enseñar y que es vuestra propia salvaguarda, porque si la
caridad desapareciese de la faz de la Tierra, los hombres se destrozarían
mutuamente y quizá seríais vosotros las primeras víctimas. No está lejos el día
en que esta máxima, proclamada abiertamente en nombre de los Espíritus, será
una prueba de seguridad, y un título de confianza para todos aquellos que la
lleven grabada en su corazón.
Ha dicho un Espíritu: "Se
burlaron de las mesas giratorias, pero no se burlarán jamás de la filosofía y
de la moral que de ellas derivan."
Porque en efecto estamos lejos hoy, después de apenas algunos años, de
esos primeros fenómenos que sirvieron un instante de distracción a los ociosos
y a los curiosos.
Afirmáis que esa moral es
anticuada: "Los Espíritus deberían tener bastante ingenio para darnos algo
nuevo." (Frase sutil de más de un crítico). ¡Tanto mejor! Si es anticuada,
eso prueba que es de todos los tiempos, y los hombres no son sino culpables por
no haberla practicado, porque no hay verdades verdaderas sino aquellas que son
eternas. Los Espíritus vienen a llamaros, no por una revelación aislada hecha a
un solo hombre, sino por la voz de los Espíritus mismos, que semejante a la
trompeta del Juicio Final, viene a proclamaros:
“Creed que aquellos a quienes
llamáis muertos, están más vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis,
oyen lo que no oís, reconoced en aquellos que os vienen a hablar, a vuestros
padres, a vuestros amigos y a todos aquellos que amasteis en la Tierra y que
creíais perdidos sin retorno; infelices aquellos que creen que todo acaba con
el cuerpo, porque serán cruelmente desengañados; infelices aquellos que
tuvieren falta de caridad, porque sufrirán lo que hubieren hecho sufrir a los
otros!” Escuchad la voz de aquellos que sufren y que vienen a deciros:
“Nosotros sufrimos por haber desconocido el poder de Dios y dudado de su misericordia
infinita; sufrimos por nuestro orgullo, egoísmo, avaricia y de todas las malas
pasiones que no reprimimos; sufrimos por todo el mal que hicimos a nuestros
semejantes por el olvido de la caridad.”
¡Incrédulos! ¡Decid si una
doctrina que enseña semejantes cosas es risible, si es buena o mala! No
encarándola sino desde el punto de vista del orden social, ¡decid si los
hombres que la practicasen serían felices o infelices, mejores o peores!.
Tomado del libro El Espiritismo es su más simple expresión, Allan Kardec.
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