FABIO VILLARRAGA
Médico cirujano. Especialista en bioética y telemedicina.
Conferenciante en congresos espíritas mundiales y nacionales. Traductor de diversas
obras espíritas. Fue presidente de Confecol y actualmente es el coordinador del
CEI para Suramérica. Presidente de la Asociación Médico Espírita de Colombia,
AME-Colombia.
Desde las
épocas del codificador Allan Kardec y del astrónomo sensitivo Camille
Flammarion, hasta nuestros días, los conocimientos científicos sobre el
Universo han cambiado y se han desarrollado notablemente. Sin embargo, el
aspecto filosófico y moral de la comprensión de Dios y su creación, el
Universo, permanece fuerte y firme en estos preclaros autores. Y recordemos cómo este astrónomo francés en
su obra Dios en la Naturaleza, cuya introducción terminó en mayo de 1867, dos
años antes de la desencarnación del maestro lionés, nos narra, con ese sentido
poético, en el tomo V, del citado libro lo siguiente: «La Tierra era cual átomo
fluctuante en el infinito. De este átomo, sin embargo, a todos los soles del
espacio, aquellos cuya luz lleva millones de años para llegar hasta nosotros, a
los que yacen desconocidos más allá de nuestra visibilidad, yo sentía un lazo
invisible abarcando, en un solo halo vivificante, todos los universos y todas
las almas. Y la oración celestial, grandiosa, inmensurable, tenía su repercusión,
su estrofa, su representación visible en aquella vida terrena que palpitaba en
torno de mí, en el rugido del mar, en el perfume de las selvas, en el canto de
las aves, en la melodía confusa de los insectos, en el conjunto emocionante del
escenario y, sobre todo, en la luminosa tonalidad de aquel extraordinario
crepúsculo».
Flammarion
era un poeta del universo, que traducía, en versos y en prosa, las bellezas de
la obra de la creación. El insigne
pedagogo francés Allan Kardec sitúa en el Libro de los Espíritus (Cap. III del
Libro Primero), una de las definiciones del Universo más notables, cuando se afirma:
«El Universo comprende la infinidad de mundos que vemos y que no vemos, todos
los seres animados e inanimados y todos los astros que se mueven en el espacio,
como también los fluidos que lo llenan».
Esta definición es filosóficamente fuerte y permanece vigente a pesar de
todos los descubrimientos de la astronomía y la astrofísica.
Hoy día las
investigaciones sobre la estructura actual del universo nos muestran que éste
se encuentra constituido por galaxias, grupos y cúmulos de galaxias. Nuestro planeta Tierra se encuentra en el
Sistema Solar, ubicado en uno de los brazos de la Galaxia denominada Vía
Láctea, que tiene forma de espiral y que pertenece al llamado Grupo Local, que
consta de nuestra galaxia, las nubes de Magallanes, la galaxia de Andrómeda y varias
«galaxias enanas».1
Se calcula
que existen 100 mil millones de galaxias en el Universo conocido, el cual
corresponde al 8% de la materia visible; mientras el otro 92% del universo corresponde
a materia y energía oscura que no es visible. Lo que quiere decir que la mayor
parte del universo es desconocido para nosotros y ni siquiera lo podemos ver.
Sin embargo,
no encontramos una clasificación científica de los mundos porque en astronomía
utilizan el término planeta, que fue definido por la Unión Astronómica
Internacional en el 2006, como un cuerpo celeste en órbita a una estrella y que
debe tener suficiente masa para hacer que éste tome una forma esférica y sea el
cuerpo dominante de su órbita.
Apenas la
humanidad conoce un poco acerca de los planetas del sistema solar, a los que
divide en planetas interiores, que son sólidos y rocosos (Mercurio, Venus, La
Tierra y Marte), y en planetas exteriores, que son casi totalmente gaseosos
(Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, pues desde agosto de 2006 Plutón ya no es considerado
un planeta).
Esta
clasificación, como vemos, se realiza en base a las características físicas de
los planetas, es decir, una clasificación materialista. Por ello el aporte
hecho por la Doctrina Espírita al conocimiento humano, de plantear una
clasificación con un criterio moral, es realmente una revelación única, y
seguramente prevalecerá a través de los tiempos, sin perder vigencia
conceptual.
Creemos que
Kardec fue un pionero en colocar la primera clasificación moral de los mundos,
cuando publica en abril de 1864 El Evangelio según el Espiritismo, y en su
capítulo III plasma muy acertadamente la siguiente categorización:
1- Mundos
primitivos: donde se hacen las primeras encarnaciones del alma.
2- Mundos de
expiación y pruebas: donde todavía domina el mal.
3- Mundos
regeneradores: donde las almas aún expían, pero adquieren fuerzas para
continuar en la lucha.
4- Mundos
felices: donde el bien predomina sobre el mal.
5- Mundos
celestes: donde reina el bien.
Hay otro tipo
de mundos descritos en la codificación. Son
los mundos transitorios (ver preguntas 234, 235 y 236 de El Libro de los
Espíritus), que están habitados espiritualmente por Espíritus errantes, quienes
al estar reunidos se instruyen y progresan. La Tierra ya fue un mundo
transitorio en su época de formación, es decir, antes de ser mundo primitivo y
de albergar los primeros seres encarnados.
Podemos
afirmar que en el universo los Espíritus evolucionan en grupos, en humanidades
que pueblan los diferentes planetas, pero cuando algún espíritu evoluciona más
rápidamente, puede ascender en la categoría de los mundos morales, al igual que
aquel que persiste en el mal, cuando el planeta ascienda en la escala de los
mundos, estará condicionado a permanecer en un orbe acorde a su estado
vibracional, lo que no implica que está decreciendo, evolutivamente hablando.
Aunque
indudablemente, esta clasificación realizada de los mundos es de carácter
moral, según la evolución espiritual de sus habitantes, podemos inferir que lógicamente
va acompañada de una evolución material del planeta como tal, lo que quiere
decir que cuanto más evolucionado moralmente esté una humanidad y el mundo que
habita, más perfectible será la naturaleza, más equilibrada la relación de sus
habitantes con todo el ecosistema planetario y por supuesto el estado vibracional
y lumínico será cada vez mayor, porque reflejará la sintonía de sus pobladores
con las leyes divinas.
Hay mundos
habitados que pasan por fases de transición de un nivel a otro, lo que genera
períodos de crisis, como ocurre en nuestro planeta Tierra en los tiempos
actuales. Somos un planeta en transición, de mundo de pruebas y expiaciones a
mundo de regeneración.
No todas las
categorías morales de los mundos se encuentran en un mismo sistema solar, pero
sí en una misma galaxia, ya que la cantidad de estrellas es tal, que facilita
la probabilidad de su existencia en los planetas que las orbitan. En esta
clasificación moral de los mundos habitados, podemos ver:
• Los
reflejos de la Justicia de Dios, en relación a sus hijos que poblamos el
Universo, pues brinda para todos las múltiples opciones, en el proceso de ascensión
en la escala progresiva de la evolución.
• Refleja
también el principio de solidaridad y fraternidad universal, pues los
diferentes mundos y sus humanidades son solidarios, ya que, en muchas
oportunidades, grupos de Espíritus pueden migrar de un mundo a otro, con el objetivo
de ayudar en su adelantamiento moral, científico, filosófico y espiritual, unas
veces en misión y otras por no haber alcanzado el nivel vibratorio que su mundo
original y su humanidad logró.
Encontramos
que 40 años antes de la publicación de El Libro de los Espíritus, el Dr. Gelpke
publica en Leipzig en 1817 la obra Exposición de la Grandeza de la creación
Universal, de la cual Kardec publicó un texto en la Revista Espírita, Periódico
de Estudios Psicológicos Año VI, noviembre de 1863, vol. 11, con el título:
“Pluralidad de existencias y de los Mundos Habitados”, y que desarrolla los
siguientes e interesantes conceptos: «….como de la organización de cada mundo depende
la de los seres que lo habitan, éstos deben, tanto interna como externamente,
diferir esencialmente en cada globo. Ahora, si consideramos la multiplicidad e
inmensa variedad de las criaturas en nuestra Tierra, donde una simple hoja no
se asemeja a otra, y si admitimos una gran variedad de criaturas en cada mundo,
cuán prodigioso nos parecerá su multitud en el inmensurable reino de Dios. » Y
Kardec en la explicación a la respuesta de la pregunta 58 de El Libro de los
Espíritus confirma lo siguiente: «Las condiciones de existencia de los seres que
habitan los diferentes mundos deben ser apropiados al medio en que están
llamados a vivir».
Y nosotros
estamos llamados a vivir en este bello planeta azul, a cuidarlo, a amarlo y a
preservarlo para las futuras generaciones que somos nosotros mismos, cuando
heredaremos nuestra propia Tierra, en la sinfonía divina de los mundos
habitados, donde nuestro Creador nos colocó.
Fuente: www.bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia
Fuente
de la publicación: Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.
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