León Denis
Después de
haber negado durante mucho tiempo la realidad de los fenómenos espíritas, algunos
de sus contradictores, ya vencidos por la evidencia, cambian ahora de táctica y
nos dicen: Sí, el Espiritismo es una verdad, pero la práctica de él está llena
de peligros.
No puede
negarse que el Espiritismo ofrece ciertos peligros para los imprudentes que,
sin estudios previos y sin preparación, sin método y sin una eficaz protección
se entregan a la investigación de lo oculto. Haciendo de la experimentación un
juego, una diversión frívola, no logran más que atraerse los elementos
inferiores del Mundo Invisible, cuyas influencias fatalmente sufren.
No obstante,
se ha hablado de estos peligros con marcada exageración. Naturalmente que, como
en todo, es bueno tomar ciertas precauciones. La Física, la Química, la
Medicina exigen prolongados estudios, y el ignorante que sin preparación alguna
pretendiese manejar sustancias químicas, tóxicas o explosivas, expondría a
serios peligros su salud y aun su propia vida. No hay en este mundo una sola
cosa que no sea buena o mala, según el uso que de ella se haga. En todo caso,
es injusto hacer notar el lado malo de las prácticas espíritas sin señalar, al
mismo tiempo, los beneficios que de las mismas se extraen, los cuales son mucho
más importantes que los abusos y las decepciones.
No hay
progreso ni descubrimiento que no haya realizado con algún peligro para el
hombre. Si los pueblos, desde los tiempos más antiguos, no se hubieran atrevido
a cruzar los mares porque la navegación ofrecía grandes riesgos, ¿qué hubiera
sucedido? La humanidad, fraccionada en mil familias, hubiera vivido confinada
en los continentes, desaprovechando los beneficios inmensos que logra ahora con
los viajes y el comercio. El Mundo Invisible es también un vasto océano
profundo, sembrado de escollos, pero también lleno de riquezas y de vida. Tras
el velo del Más Allá se agita una multitud innumerable que tenemos mucho
interés de conocer, pues en ella está depositado el secreto de nuestro
porvenir. De ahí la necesidad de estudiar y explorar ese Mundo Invisible,
requiriendo la contribución de las fuerzas y los recursos inagotables que
encierra, tan ricos y poderosos, que los de la Tierra han de parecernos cada
día más escasos y mezquinos.
Por otra
parte, aun suponiendo que nosotros pudiésemos desinteresarnos del Mundo
Invisible, no por eso dejaría él de interesarse por nosotros. Su acción sobre
la humanidad es constante, estamos sometidos a sus influencias y sugerencias.
Quererlo ignorar, es quedarnos voluntariamente desarmados ante él. Mientras
que, mediante un estudio metódico, aprendemos a atraer sobre nosotros las
fuerzas bienhechoras, los auxilios y las influencias buenas que contiene;
aprendemos a alejar a las fuerzas nefastas, reaccionando contra ellas por medio
de la voluntad y la plegaria. Todo depende de la manera cómo se empleen y la
dirección que se imprima a nuestras fuerzas mentales. ¡Cuántos y cuántos males,
cuya causa no conocemos, dado que ignoramos estas cosas, podrían evitarse por
medio de un estudio profundo y consciente del Mundo Invisible!
La mayoría de
los neuróticos y de los alucinados, que trata sin éxito alguno la Medicina
oficial, no son más que enfermos de obsesión, susceptibles de ser curados por
medio de las prácticas espíritas y magnéticas.
Dios ha
puesto al hombre en medio de un océano de vida, de un mar inagotable de fuerzas
y de potencias, dándole además la inteligencia, la razón y la conciencia para
que aprenda a conocer y conquistar esas fuerzas, utilizándolas en su bien. Por
medio de este constante ejercicio llegaremos a desarrollar completamente
nuestro Ser, estableciendo su imperio sobre la Naturaleza, el dominio del
pensamiento sobre la materia, el reino del Espíritu sobre el mundo.
Es ése el más
sublime y elevado objetivo que podemos dar a nuestras existencias. En vez de
apartar de él al hombre, enseñémosle a caminar a su encuentro sin ninguna duda.
Estudiemos, escrutemos el Universo en todos sus maravillosos aspectos, bajo
todas sus formas. El saber es el bien supremo, pues de la ignorancia provienen
todos los males.
Extraído
del libro En lo Invisible.
León
Denis
Fuente
de la publicación: Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.
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