1. Dios es la inteligencia
suprema, causa primera de todas las cosas. Dios es eterno, único, inmaterial, inmutable,
todopoderoso, soberanamente justo y bueno. Debe ser infinito en todas sus
perfecciones, porque si supusiésemos imperfecto uno solo de sus atributos, no
sería ya Dios.
2. Dios creó la materia que
constituye los mundos; creó también seres inteligentes que llamamos Espíritus,
encargados de administrar los mundos materiales según las leyes inmutables de
la creación y que son perfectibles por su naturaleza. Al perfeccionarse se van aproximando
a la Divinidad.
3. El espíritu, propiamente dicho, es el principio
inteligente; desconocemos su naturaleza; para nosotros, él es inmaterial,
porque no tiene ninguna analogía con lo que llamamos materia.
4. Los Espíritus son seres individuales, tienen
un envoltorio etéreo, imponderable llamado
periespíritu, especie de cuerpo fluídico de tipo de la forma humana. Ellos pueblan los espacios que recorren con la
rapidez del relámpago, y constituyen el mundo invisible.
5. El origen y la forma de creación de los Espíritus nos son desconocidos; sólo sabemos
que fueron creados simples e ignorantes, quiere decir, sin ciencia y sin conocimiento
del bien y del mal, pero, con igual aptitud para todo, porque Dios en su
justicia, no podía eximir a unos del trabajo que hubiese impuesto a los otros para
llegar a la perfección. En el principio, están en una especie de infancia, sin
voluntad propia y sin conciencia perfecta de su existencia.
6. El libre albedrío se
desarrolla en los Espíritus al mismo tiempo que las ideas, y Dios les dice:
"Todos podéis aspirar a la felicidad suprema, cuando hayáis adquirido los conocimientos
que os faltan y cumplida la tarea que os impongo. Trabajad, pues, para vuestro
adelanto; he ahí el objetivo: lo alcanzaréis obedeciendo a las leyes que he
grabado en vuestra conciencia." A
consecuencia de su libre albedrío, unos toman el camino más corto, que es el
del bien, otros el más largo que es el del mal.
7. Dios no creó el mal;
estableció leyes y esas leyes son siempre buenas, porque Él es soberanamente
bueno; aquél que las observara fielmente sería perfectamente feliz; pero los
Espíritus, teniendo su libre albedrío no siempre las observaban y el mal
resultó para ellos de su desobediencia. Pues se puede afirmar entonces, que el
bien es todo lo que está conforme con la ley de Dios y el mal todo lo que es
contrario a esa misma ley.
8. Para concurrir, como agentes
del poder divino, a la obra de los mundos materiales, los Espíritus se revisten
temporalmente de un cuerpo material. Mediante el trabajo que su existencia corpórea
requiere, perfeccionan su inteligencia y adquieren, dentro de la observancia de
la ley de Dios, los méritos que deberán conducirlos a la felicidad eterna.
9. En el principio, la encarnación no es
impuesta al Espíritu como castigo; es necesaria a su desarrollo y al
cumplimiento de las obras de Dios, y todos deben soportarlas, tomen el camino
del bien o del mal; sólo aquellos que siguen la ruta del bien avanzan más rápido,
tardando menos en alcanzar el objetivo y llegan a él en condiciones menos
penosas.
10. Los Espíritus encarnados
constituyen la Humanidad, que no está circunscrita a la Tierra, sino que puebla
todos los mundos diseminados en el espacio.
11. El alma del hombre es un Espíritu encarnado.
Para secundarlo en el cumplimiento de su tarea, Dios les dio, como auxiliares,
a los animales que le son sumisos y cuya inteligencia y carácter son proporcionales
a sus necesidades.
12. El perfeccionamiento del
Espíritu es fruto de su propio esfuerzo; no pudiendo, en una sola existencia
corpórea, adquirir todas las cualidades morales e intelectuales que deben conducirlo
al objetivo, él lo alcanza por una sucesión de existencias, en cada una de las
cuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso.
13. En cada existencia corporal
el Espíritu debe llevar a cabo una labor en proporción con su grado de
desarrollo; cuanto más ruda y trabajosa sea tanto mayor será el mérito en cumplirla.
De esta manera, cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo. El número
de esas existencias es indeterminado. Depende de la voluntad del Espíritu abreviarlo
esforzándose activamente por su perfeccionamiento moral; del mismo modo que depende
de la voluntad del obrero, que debe entregar un trabajo, el disminuir la
cantidad de días que emplea en hacerlo.
14. Cuando una existencia fue mal
empleada y sin provecho para el Espíritu, debe recomenzarla en condiciones más
o menos penosas, debido a su negligencia y su mala voluntad; del mismo modo, en
la vida, se puede ser constreñido a hacer al día siguiente, lo que no se hizo
en la víspera o a rehacer lo que se hizo mal.
15. La vida espiritual es la vida
normal del Espíritu y es eterna; la vida corpórea es transitoria y pasajera: no
es sino un instante en la eternidad.
16. En el intervalo de sus existencias corpóreas,
el Espíritu está errante. La erraticidad no tiene una duración determinada; en
ese estado, el Espíritu es feliz o infeliz; según el buen o mal empleo que hizo
de su última existencia; él estudia las causas que apresuraron o retardaron su
adelanto; toma las resoluciones que procurará poner en práctica en su próxima
encarnación y escoge, él mismo, las pruebas que cree más apropiadas para su
evolución; pero en algunas ocasiones se equivoca o sucumbe, porque no mantiene,
como hombre, las resoluciones que había tomado como Espíritu.
17. El Espíritu culpable es
castigado con sufrimientos morales en el mundo de los Espíritus y con penas
físicas en la vida corpórea. Sus aflicciones son consecuencias de sus faltas,
vale decir, de sus infracciones a la ley de Dios; de esta manera constituyen, a
la vez, una expiación del pasado y una prueba para el porvenir; así es que el
orgulloso puede tener una existencia de humillaciones; el tirano una de
servidumbre y el mal rico una de miseria.
18. Hay mundos apropiados a los
diferentes grados de adelanto de los Espíritus y donde la existencia corporal
se encuentra en condiciones muy diferentes. Cuanto menos avanzado es el
Espíritu, tanto más pesado y material es el cuerpo con que se reviste; a medida
que se purifica, pasa a mundos superiores moral y físicamente. La Tierra no es
ni el primero ni el último, pero, sí, uno de los más atrasados.
19. Los Espíritus culpados están encarnados en
los mundos menos avanzados donde expían sus faltas por las tribulaciones de la
vida material. Esos mundos son para ellos verdaderos purgatorios, pero de donde
depende de ellos salir, trabajando por su perfeccionamiento moral. La Tierra es
uno de esos mundos.
20. Siendo Dios, soberanamente justo y bueno, no
condena a sus criaturas a castigos perpetuos por faltas transitorias; les
ofrece en todo momento medios para progresar y reparar el mal que pudieron
hacer. Dios perdona, pero exige el arrepentimiento, la reparación y el retorno
al bien; de suerte que la duración del castigo es proporcional a la persistencia
del Espíritu en el mal; en consecuencia, el castigo sería eterno para aquel que
permaneciese eternamente en el mal camino; pero, desde que la claridad del arrepentimiento
entra en el corazón del culpado, Dios extiende sobre él su misericordia. Así, la
eternidad de las penas debe ser
entendida en el sentido relativo y no en el sentido absoluto.
21. Los Espíritus, al encarnarse,
tienen consigo lo que adquirieron en sus existencias anteriores; esta es la
razón por la cual los hombres muestran, instintivamente, aptitudes especiales,
inclinaciones buenas o malas que parecen innatas en ellos. Las malas tendencias naturales son restos de
las imperfecciones del Espíritu y de las cuales no está enteramente despojado;
son también los indicios de las faltas que cometió y el verdadero pecado
original. En cada existencia se debe limpiar de algunas impurezas.
22. El olvido de las existencias
anteriores es un beneficio de Dios que, en su bondad, ha querido ahorrar al
hombre los recuerdos, frecuentemente penosos. En cada nueva existencia, el
hombre es lo que ha hecho de sí mismo; es para él un nuevo punto de partida, conoce
sus defectos actuales; sabe que esos defectos son la consecuencia de aquellos
que tenía, de eso concluye el mal que pudo cometer y eso le basta para trabajar
a fin de corregirse. Si otrora adolecía
de defectos que ya no posee, no tendrá por qué preocuparse de ellos; bastante
tiene con sus imperfecciones presentes.
23. Si el alma no hubiera vivido
antes habría sido creada simultáneamente con el cuerpo; admitiendo esta
suposición, ella no puede tener ninguna relación con aquellas que la
precedieron. Entonces, se preguntará, cómo Dios que es soberanamente justo y
bueno, puede haberla hecho responsable de la falta del padre del género humano,
manchándola con un pecado original que no cometió. Si afirmamos, en cambio, que
el alma trae consigo, al nacer, el germen de las imperfecciones de sus
existencias anteriores; que sufre, en la existencia actual, las consecuencias
de sus faltas pasadas, se da al pecado original una explicación lógica que cada
uno puede comprender y admitir, porque el alma no es responsable sino por sus
obras.
24. La diversidad de las
aptitudes innatas, morales e intelectuales, es la prueba de que el alma ya
vivió; si hubiese sido creada al mismo tiempo que, el cuerpo actual, no estaría de acuerdo con
la bondad de Dios hacer a unas más avanzadas que a las otras. ¿Por qué entonces los salvajes y los hombres
civilizados, los buenos y los malos, los tontos y las personas ingeniosas?
Diciendo que unos han vivido y han adquirido más que los otros, todo se
explica.
25. Si la existencia actual fuese
la única y ella sola debiera decidir el futuro del alma para la eternidad,
¿cuál sería la suerte de los niños que mueren a tierna edad? No habiendo hecho
ni bien ni mal, no merecen ni recompensas ni castigos. Según la parábola de
Cristo, siendo cada uno recompensado según sus obras, no tienen derecho a la
felicidad perfecta de los ángeles, ni merecen estar privadas de ella. Decid que
podrán cumplir, en otras existencias, lo que no hicieron en aquella que fue
abreviada y no habrá más excepciones.
26. Por el mismo motivo, ¿cuál
sería la suerte de los cretinos y de los idiotas? Al no tener ninguna
conciencia del bien y del mal no tienen ninguna responsabilidad de sus actos. ¿Sería
Dios justo y bueno habiendo creado almas estúpidas, para someterlas a
una existencia miserable y sin compensación? Admitid, al contrario, que el alma
del cretino y del idiota es un Espíritu en castigo en un cuerpo incapacitado a
dar su pensamiento, donde está como un hombre muy aprisionado por lazos y no
tendréis nada más que no esté conforme a la justicia de Dios.
27. En las sucesivas
encarnaciones, el Espíritu se va despojando poco a poco de sus impurezas y
perfeccionándose por el trabajo, llegado así al fin de sus existencias
corpóreas; pertenece, entonces, a la orden de los Espíritus puros o de los
ángeles y goza, al mismo tiempo de la vida completa de Dios y de una felicidad
sin mácula por la eternidad.
28. Estando los hombres en
expiación en la Tierra, Dios, un buen padre, no los dejó entregados a sí
mismos, sin guías. Primero tienen sus Espíritus protectores o ángeles guardianes,
que velan sobre ellos y se esfuerzan para conducirlos por el buen camino; tienen,
además, a los Espíritus en misión en la Tierra, Espíritus superiores encarnados
de tiempo en tiempo entre ellos para iluminar el camino con sus obras y hacer
avanzar a la Humanidad. Además de haber grabado Dios su ley en la conciencia,
creyó un deber, formularla de manera explícita; les envió primero a Moisés; pero las leyes de Moisés eran apropiadas
a los hombres de su tiempo; no les habló sino de la vida terrestre, de penas y
de recompensas temporales. Cristo vino en seguida para completar la Ley de
Moisés por una enseñanza más elevada: la pluralidad de las existencias, la vida
espiritual, las penas y las recompensas morales. Moisés les condujo por el
temor, Cristo por el amor y por la caridad.
29. El Espiritismo hoy mejor comprendido,
acrecienta, para los incrédulos, la evidencia a la teoría; prueba el futuro por
hechos patentes; expone, en términos claros e inequívocos, lo que Cristo
expresó por parábolas; explica las verdades desconocidas o falsamente
interpretadas; revela la existencia del mundo invisible, o de los Espíritus, e
inicia al hombre en los misterios de la vida futura; viene a combatir el
materialismo que es una sublevación contra el poder de Dios; en fin, viene a
establecer, entre los hombres, el reino de la caridad y de la solidaridad
anunciado por Cristo. Moisés labró, Cristo sembró, el Espiritismo viene a
cosechar.
30. El Espiritismo no es una luz
nueva, sino una luz más brillante, porque surge de todos los puntos del globo,
por la voz de aquellos que vivieron antes. Haciendo evidente lo que estaba
oscuro, pone fin a las interpretaciones erróneas y debe reunir a los hombres en
una creencia común, porque no hay sino un solo Dios, y sus leyes son para
todos, en fin, él marca la era de los tiempos predichos por Cristo y por los
profetas.
31. Los males que afligen a los
hombres en la Tierra tienen por causa el orgullo, el egoísmo y todas las malas
pasiones. Con el contacto de sus vicios los hombres se hacen recíprocamente
desdichados y se castigan unos a los otros. Que la caridad y la humildad sustituyan
al egoísmo y al orgullo, entonces no procurarán más perjudicarse; respetarán
los derechos de cada uno y harán reinar entre ellos la concordia y la justicia.
32. Pero ¿cómo destruir el
egoísmo y el orgullo que parecen innatos en el corazón del hombre? El egoísmo y
el orgullo están en el corazón del hombre, porque los hombres son Espíritus que
siguieron, desde el principio, el camino del mal y que fueron exiliados en la Tierra
en castigo de esos mismos vicios; ahí está aún su pecado original, del cual
muchos no se despojaron. Por el Espiritismo, Dios viene a hacer un último
llamado a la práctica de la ley enseñada por Cristo: la ley de amor y de
caridad.
33. Como la Tierra ha llegado a
la época señalada para convertirse en una morada de felicidad y de paz, Dios no
quiere que los malos Espíritus encarnados continúen en ella para llevar la
perturbación a los buenos; por eso deberán desaparecer. Irán a expiar su endurecimiento
en mundos menos avanzados donde trabajarán de nuevo para su perfeccionamiento,
en una serie de existencias más infelices y más penosas aún que las de la
Tierra. Formarán, en esos mundos, una
nueva raza esclarecida y cuya tarea será hacer progresar a los seres atrasados
que los habitan, con la ayuda de sus conocimientos adquiridos. No saldrán de
allí para un mundo mejor sino cuando tuvieren merecimiento y continuarán así
hasta que alcancen la purificación completa. Si la Tierra era para ellos un purgatorio,
esos mundos serán su infierno, pero un infierno donde la esperanza jamás está excluida.
Mateo, cap. XVII, v. 10 y
siguientes. Juan, cap. III v. 2 y siguientes.
34. En tanto la generación
proscrita está por desaparecer rápidamente, una nueva generación surge cuyas
creencias estarán fundadas sobre el Espiritismo Cristiano. Asistimos a la transición que se opera,
preludio de la renovación moral de la cual el Espiritismo marca el advenimiento.
Tomado del Libro Espiritismo en su más simple expresión, Allan Kardec.
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