Reunión pública del 24 de agosto
de 1959.
Ningún sufrimiento, en la Tierra,
podrá ser comparado a aquel del corazón que se echa de bruces sobre otro
corazón helado y querido, que el ataúd transporta hacia el gran silencio. Ver
la niebla de la muerte estamparse inexorable en la fisonomía de los que amamos,
y cerrarles los ojos en el adiós indescriptible, es como despedazar la propia
alma y proseguir viviendo.
Que lo digan aquellos que ya
estrecharon sobre su pecho un hijito transfigurado en ángel de agonía; un
esposo que se despide procurando inútilmente mover sus labios mudos; una
compañera cuyas manos consagradas a la ternura, cuelgan inanimadas; un amigo
que cae desfallecido para no levantarse más, o un semblante materno
acostumbrado a bendecir, y que no consigue otra cosa que expresar el dolor de
la extrema separación, a través de la última lágrima.
Que hablen aquellos que un día se
inclinaron, aplastados por la soledad, frente a un túmulo; los que se arrojaron
orando sobre las cenizas que cubren el último recuerdo de los seres
inolvidables; los que cayeron transidos de dolor y de nostalgia, cargando en el
pecho el ataúd de los propios sueños, los que tantearon, gimiendo, la losa
inmóvil, y los que sollozaron conangustia en el santuario de los propios
pensamientos, preguntando, en vano, por la presencia de los que partieron.
Cuando semejante prueba toque a
tu puerta, reprime tu desesperación y diluye la corriente de la amargura en la
fuente viva de la oración, porque los llamados muertos, están apenas ausentes,
y las gotas de tu llanto fustigan su alma como una lluvia de hiel.
También ellos piensan y luchan,
sienten y lloran.
Atraviesan la faja del sepulcro
como aquél que sale de la noche, pero que, en la madrugada del nuevo dia, se
inquietan por los que quedaron... Oyen sus gritos y sus súplicas, en la onda
mental cada vez que los lazos afectivos de la retaguardia se rinden a la
inconformidad o se vuelcan en el suicidio.
Se lamentan cuando los ven
cometer errores, y trabajan con ahínco, en la regeneración que les corresponde.
Te estimulan para que practiques
el bien, tomando parte en tus dolores y en tus alegrías.
Se alegran con tus victorias en
el mundo interno y te consuelan en las horas de amargura, para que no te
pierdas en el frío del desencanto.
Tranquiliza, pues, a los
compañeros que demandan el Más Allá, soportando valerosamente la despedida
temporal, y honra su memoria abrazando con nobleza los deberes que te legaron.
Recuerda que en un futuro más
próximo de lo que te imaginas, respirarás entre ellos, compartiendo sus
necesidades y sus problemas, toda vez que terminará también tu propio viaje por
el mar de las pruebas redentoras.
Y, venciendo para siempre el
terror de la muerte, no nos será lícito olvidar que Jesús, nuestro Divino
Maestro y Héroe del Túmulo Vacío, nació una noche oscura, vivió entre los
infortunios de la Tierra y expiró en la cruz una tar-de pardusca sobre el monte
empedrado, mas resucitó a los cánticos de la mañana, en el fulgor de un jardín.
Mensaje transcripto del libro
Religion de los Espritus dictado por el Espíritu de Emmanuel Francisco Cándido
Xavier.
Fuente:
Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.
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