viernes, 3 de agosto de 2012

DETERMINISMO


La lucha y el trabajo son tan imprescindibles al perfeccionamiento del espíritu, como el pan material es indispensable a la manutención del cuerpo físico. Es trabajando y luchando, sufriendo y aprendiendo, que el alma adquiere las experiencias necesarias en su marcha hacia la perfección.
En la existencia humana coexisten el determinismo y el libre albedrio, al mismo tiempo, uniéndose en el sendero de los destinos, logran la elevación y redención de los hombres.

El primero es absoluto en las más bajas etapas evolutivas y el segundo se amplía con los valores de la educación y de la experiencia. Conviene observar que sobre ambos flotan las determinaciones divinas, basadas en la ley del amor, sagrada y única, de la cual la profecía fue siempre el más elocuente testimonio.

Establecida la verdad de que el hombre es libre en la pauta de su educación y de sus méritos, en la ley de las pruebas, nos cumple reconocer que el propio hombre, a medida que se torna responsable, organiza el determinismo de su existencia, agravándolo o suavizándolo en sus rigores, hasta poder elevarse definitivamente a los planos superiores del Universo.

El hombre es libre en la elección de su futuro camino, y puede agravar o suavizar el determinismo de su vida, aunque la determinación divina ley sagrada universal es siempre la del bien y la de la felicidad para todas sus criaturas, no siempre colabora fielmente con la generosa providencia. Con los valores educativos que se tienen, los hombres son convocados a trabajos con responsabilidad junto a los otros seres en duras pruebas, o en busca de conocimiento para la adquisición de la libertad.

El Creador es siempre el Padre generoso y sabio, justo y amigo, considerando a los hijos desviados como incurriendo en largas experiencias. Pero, como Jesús y sus apóstoles son sus colaboradores divinos, y ellos mismos instituyen las tareas contra el desvío de las criaturas humanas, enfocan los perjuicios del mal con la fuerza de sus responsabilidades educativas, a fin de que la Humanidad siga rectamente en su verdadero camino hacia Dios.

En la Tierra existen seres que actúan por determinismo, y para que nos hagamos una idea fijémonos en los animales y los hombres casi salvajes nos dan una idea de los seres que actúan en el planeta bajo determinación absoluta. Y esas criaturas sirven para establecer la realidad triste de la mentalidad del mundo, aún distante de la fórmula del amor, con que el hombre debe ser el legítimo cooperador de Dios, ordenando con su sabiduría paternal.

Sin saber amar a los irracionales y a los hermanos más ignorantes colocados bajo su inmediata protección, los hombres más educados de la Tierra exterminan a los primeros, para su alimentación, y esclavizan a los segundos como objetos de explotaciones groseras, con excepciones, de modo que los movilizan al servicio de su egoísmo y de su ambición.

En todas las situaciones de la existencia la mente del hombre enfrenta circunstancias del determinismo divino y del determinismo humano. La circunstancia a ser seguida, por tanto, debe ser siempre la del primero, a fin de que el segundo sea iluminado, destacándose esa misma circunstancia por su carácter de beneficio general, muchas veces con el sacrificio de la satisfacción egoísta de la personalidad. En virtud de esa característica, el hombre está siempre habilitado, en su intimidad, a escoger el bien definitivo de todos o el contentamiento transitorio de su “yo”, fortaleciendo la fraternidad y la luz, o agravando su propio egoísmo.

Extraído del libro “El Consolador” de Chico Xavier


Fuente: Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.

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