Texto extraído del Curso Sistematizado de la Doctrina Espírita
Programa V - Aspecto Científico - Guía 41
Unidad 8ª - Obsesión / subunidad 4
Neutralizar la influencia de los
Espíritus de naturaleza inferior, equivale a prevenir la obsesión. Para ello es
necesario - conforme con la respuesta dada a Kardec en relación con la pregunta
469 de El Libro de los Espíritus - hacer el bien y depositar toda nuestra confianza
en Dios.
Aconseja además el benefactor
espiritual: «(…) Guardaos de atender a las sugestiones de los Espíritus que os sugieren
los malos pensamientos, que siembran la discordia entre vosotros y que os
incitan a las pasiones malas. Desconfiad, especialmente, de los que exaltan el
orgullo, puesto que esos os atacan por el lado débil.(…)»
La obsesión proviene siempre,
como ya hemos visto, de una imperfección moral que favorece la acción del
obsesor, por una cuestión de sintonía. Deriva de allí, para el obsesado, la necesidad
de trabajar para mejorarse a si mismo, lo que muchas veces es suficiente para
liberarlo del obsesor, sin el socorro de terceros.
Este socorro, sin embargo, se
hace necesario cuando la obsesión progresa hacia la subyugación o posesión,
pues en ese caso el obsesado pierde la voluntad y el libre albedrío. En los
casos graves de obsesión, el obsesado parece quedar envuelto e impregnado con
un fluido pernicioso del cual es preciso despojarlo. Para eso es necesaria la
acción de un fluido bueno, capaz de neutralizar el fluido malo, lo que puede
obtenerse mediante la terapéutica del pase. El pase, nos enseña André Luiz,
como método de auxilio sin ninguna contraindicación, es siempre valioso en el
tratamiento de toda clase de enfermedades. El obsesor y el obsesado, sabemos
que son enfermos del alma, y por lo tanto, se benefician con el pase.
Sin embargo, difícilmente alcanza
con una acción mecánica; es necesario obrar sobre el ser inteligente, al que es
preciso hablar con autoridad. Esa autoridad no la posee quien no tenga
superioridad moral. Cuanto mayor la depuración moral de quien socorre, mayor también
es su autoridad.
Pero todavía no es todo. Para
asegurar la cura del proceso obsesivo, es indispensable que el obsesor sea
convencido de renunciar a sus designios, que se arrepienta sinceramente de los
perjuicios causados a su víctima, que aprenda a perdonar y a desear el bien.
Las instrucciones suministradas con habilidad lo auxiliaran a retomar el proceso
evolutivo. El trabajo se hace más fácil cuando el obsesado, al comprender la situación,
procura auxiliar con su voluntad y con la plegaria. Las dificultades, sin
embargo, serán muy grandes cuando el Espíritu dominado se ilusiona con las
cualidades de su obsesor y se complace en el error al que fue inducido.
En todos los casos de obsesión,
la plegaria es el más poderoso del que disponemos para disuadir al obsesor de
sus propósitos maléficos.
En todos los casos, la necesidad
primordial del Espíritu también es cultivar el amor fraternal, para que se vea
curado de las enfermedades que los perjudican. Solamente el amor, tal como es enseñado
y ejemplificado por Jesús, conseguirá armonizar a obsesores y obsesados,
poniendo fin a las venganzas,a los sufrimientos, a las persecuciones y a las
deudas del pasado.
He aquí por qué las enseñanzas
evangélicas podrán prestar una excelente contribución en la terapéutica de la
obsesión. (02, 03, 04)
Fuente
de la publicación: Grupo Asociación Espírita Francisco Javier, Facebook.
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